Lo que sientes tú, lo siento yo.

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Me considero una persona con bastante tolerancia y comprensión, pero me agota tener que sentirme una ciudadana de segunda clase continuamente, y más cuando es una persona la que me lo hace sentir directamente.

Cuando empecé con la idea de escribir un libro, el principal motivo para hacerlo y el que me daba motivación para continuar con tal idea, era la denuncia pública social. Y para ello, decidí contar toda mi historia personal, porque en gran parte de mi existencia me he sentido y he sido discriminada.
A los meses de empezarlo, me ofrecieron escribir artículos como blogera en una revista, en la sección de discapacidad. Ahí se expandió mi carácter reivindicativo. Y en bastantes artículos tuve algunos problemitas, se formaba mucho jaleo. Después de un año se pudo publicar mi libro, y entre mis actividades personales y profesionales siempre he pretendido tratar de continuar con aquella labor. Y hoy me han provocado para gritar en silencio, y me han hecho caer en la cuenta de que llega el momento de decir BASTA YA.

BASTA YA… Empezaré por lo que me pasó esta mañana y haré una pequeña introducción:

Soy socia de la Casa Venezuela hace alrededor de unos 7 u 8 años, mi familia y yo nos hicimos socios para que yo pudiera nadar, está cerca de mi casa. Es un club privado, por lo que solo permiten la entrada a socios o a quienes pagan. Empecé yendo cuando usaba el andador para caminar, así que casi siempre iba sola y tenía pocos problemas… Me voy a tomar el lujo de extenderme un poco más en esta introducción, porque hoy digo: BASTA YA…
En realidad cuando llegué ya me costaba bastante caminar, y tenía problemas con dos únicos pequeños escaloncitos en las entradas. Afortunadamente en todo el acceso a la piscina no hay escalones. Y eso para una persona en mis circunstancias es un lujo. Fue un conocido socio de la Casa Venezuela, el que me puso dos leves salva escalones después de pasar meses yendo, y siempre me decía : – No sé cómo nadie se da cuenta de facilitarte esto, lo haré yo mismo, y tú ¡¡patrás ni pa coger impulso!!
Y la silla hidráulica que TENEMOS que usar las personas discapacitadas para meternos en la piscina y para salir, ya empezaba a sufrir fallos.
Cuando comencé a usar una silla de ruedas para desplazarme, podía ir independiente, igual que cuando iba con el andador. Para mí era increíble. Y le dediqué un capítulo en mi libro, “El club de mis escapadas”, tuve mínimos problemas “físicos”, pero sí que los tuve… Y me atrevo a contarlos ahora porque hoy me di cuenta que BASTA YA, y hace solo unos meses que se lo conté a algunas personas, porque desde hace un par de años que la silla hidráulica se estropeaba repetida y continuamente, y no me respondían a las quejas, también llevaban un año más prometiéndome que iban a comprar una silla adaptada para la ducha, y nunca llegó.
La silla que disponíamos en la ducha era una de plástico normal de las de toda la vida, una noche fui sola y al ducharme y al apoyar la espalda en el respaldo con rapidez, la silla se rompió y de golpe y porrazo me caí de bruces al suelo. Desnuda y sola en todo el vestuario. Me las pude ingeniar en ese entonces y subirme a mi silla de ruedas; y no quise darle importancia por la gran alegría que me provocó ese sentimiento de superación personal contra la enfermedad que tengo. Pensando ahora en esta líneas, parece que quiero darles pena; pero lo que me interesa es ir más allá, exponerles la cruda realidad para situarles en una piel como la mía.

Luego nos pusieron una silla de plástico duro de la cafetería, y me fue y me va genial con ella, mi madre está encantada con ella porque en otros sitios adaptados no son tan seguras para mí; cada vez soy más dependiente.
Hasta hace poco yo no le daba importancia, pero para entrar en la piscina hay que ticar el carné de socio por un aparato donde las personas caminantes pueden pasar una a una; y a los discapacitados que no podamos pasar y a los cochecitos de bebés siempre han tenido que abrirnos otra puerta de al lado con llave para poder pasar. A mí nunca me importó ese hecho, pues los conserjes son conocidos míos y siempre me han tratado muy amablemente.
Pero en días de mucho calor o frío, yo me tengo que fastidiar y esperar a que avisen al conserje, ya que la Casa Venezuela es muy grande y no siempre se puede estar en todo. Todos los otros socios pasan sin tener que esperar, pero yo, que también soy socia, tengo que fastidiarme porque sí. Porque cuando hicieron la nueva instalación de la piscina con ese aparato para que las personas caminantes puedan entrar individualmente (creo que se llama torno, como en el metro), no se percataron de que socios con discapacidad, que pagamos igualito que todos en un club privado, por ley tenemos unos derechos que nos pretenden igualar a las demás personas.

Al pasar el tiempo, la silla hidráulica se estropeó por completo; me decían que tardarían mucho en traer otra porque habría que mandarla a pedir en la península. Pero yo quería seguir yendo pues soy socia y continúo pagando las cuotas mensuales. No quería tener que obligar a que mi madre fuera conmigo siempre a esperar, cuidar y vigilarme, porque iba en horas cuando no estaba el socorrista. Supongo que yo solo debería de ir en el horario en el que va el socorrista… pero yo soy una socia más, discapacitada con dependencia de una tercera persona para ayudarme. Por ello, amablemente, me permitían ir con un acompañante que me ayudase y estuviese conmigo en la piscina (pudiendo hacer uso de la misma junto a mí). Comencé a ir con dos amigos, una amiga que a veces me ayuda en casa como cuidadora y su marido, que puede cogerme en brazos para meterme y sacarme de la piscina y del jacuzzi, y así evito ir arrastrándome por el suelo de culo para ir yo sola. Una vez fui con mi fisioterapeuta, y cada vez que voy con alguien me ponen pegas en la administración. No me gusta obligar a mi madre a que venga conmigo y tenga que esperarme continuamente, no le gusta bañarse en la piscina. Por estos motivos me metí a entrenar con el Ademi Tenerife, aunque ya no compito porque, entre otras cosas, padezco de bastantes dolores.

Pues hace un par de días (escribo esto a ratos), fui con un amigo, yo en mi moto y él agarrado a ella en mi silla de ruedas, en un día de muchísimo calor…
Resulta que ya está funcionando la nueva silla hidráulica –después de un mínimo de 5 años- (por lo que le doy las gracias a la nueva Junta Directiva), y parece que al único que le está permitido que me ayude es el socorrista (y mis padres claro, porque también son socios). El socorrista es conocido mío, y siempre que está, me ayuda (y nos ayuda cuando voy con mi madre o alguien), pero… ¿y si tengo que ir al baño?, ¿me ayuda él también a entrar, a pasarme al W.C y a bajarme las bragas??
Muy fuerte…
Han comprado –supuestamente para mí (aunque cualquier otro socio que tenga discapacidad y no pueda caminar, también tendría que usarla) y sin consulta previa, por supuesto-, una silla de ruedas de plástico (creo, porque no la vi), porque no me está permitido usar mi silla de ruedas en las instalaciones dentro de la piscina… Yo no me lo podía creer.
Las sillas de ruedas son individuales para cada usuario… IMPRESIONATE… Nunca había oído algo igual… Es discriminatorio, vergonzoso, humillante… y podría decir mil cosas más que no son positivas.
Ahora tendría que pasar de mi silla de ruedas a la otra nueva –que a saber cómo será esa silla especialmente para mí, ¿será alta?, ¿tendrá apoyabrazos?, ¿y si no los tiene y me atraganto, o me da un espasmo o un ataque de tos y me caigo al suelo?, ¿me sabrá atender el socorrista si es que voy en su mismo horario?; posiblemente es una que no tendrá ruedas y tendré que ser más dependiente de lo que ya soy.
Si ya a los discapacitados no nos permiten entrar en las instalaciones de la piscina con nuestras sillas de ruedas, supongo que ningún carrito de bebé podrá entrar, porque estos también tienen ruedas…

Ese día nos querían dejar entrar como un favor, pero nos fuimos, nos hablaron fatal, y a mí más… yo iba con la moto y como el sitio es estrecho, la secretaria me decía que o entraba o saliera, porque ahí estorbaba la entrada de otros socios, y de forma tan prepotente…

Mi amigo se indignó por las faltas de respeto con las que me trataron y me hablaron, y quiso llamar a la TV; pero no nos dejaron por estar en un club privado…

Casualmente ellos fueron (otros socios que salían) los que al ver cómo me costaba salir, intentaron abrir la otra mitad de la puerta para facilitarme el paso… Nunca la secretaria.
Yo ya no podía hablar, tenía el nudo en la garganta, los ojos con lágrimas y gotas de sudor por la cara, y me fui pitando tragándome el llanto…

¿Por qué a las personas con discapacidad siempre nos ponen más dificultades de las que ya tenemos?

Sé que desde que le dé a la tecla de enviar tendré discusiones y problemas, pero este es uno de los problemas que me pasan y necesito expulsar de alguna forma. Y espero que sirva para que traten de comprender y busquen soluciones para todos…

Este artículo lo escribí hace más de una semana, y tras pasar por una gran encrucijada personal mental, hoy le doy a la tecla de enviar.

Acerca de María Pino Brumberg

María Pino Brumberg (Santa Cruz de Tenerife, 1981) es licenciada en Geografía por la Universidad de La Laguna, autora y defensora de la integración de las personas con discapacidad. Desde los 13 años se enfrenta a una rara enfermedad degenerativa, la Ataxia de Friedreich. Entre las herramientas que utiliza con eficacia para luchar por sus derechos (que son los de muchos otros también) destacan el correo electrónico, las redes sociales, la escritura, la protesta directa, la paciencia incalculable y la mirada de dragón. En 2010 publicó Con Alas en los Pies (Ed. Idea), un libro autobiográfico que alcanzó varias reediciones, con más de 1500 ejemplares vendidos en Canarias. Transmite un mensaje de superación personal y concienciación, y aspira a ayudar a derribar muchas de las barreras físicas y psíquicas a las que tanta gente se enfrenta a diario, para que la integración sea una realidad tangible y no solo una palabra. Como conferenciante ha pasado por diversas instituciones públicas y privadas de forma solidaria (sobre todo, centros educativos). En 2012 asume el reto de autoeditar su obra a través de Bubok [http://www.bubok.es/]; reescribe su autobiografía actualizándola en el fondo y la forma, y la pone a disposición del público, con el fin de que todo el que quiera, desde cualquier parte del mundo, pueda conocer su historia… Así nace Yo vine aquí a luchar [http://www.bubok.es/libros/219588/Yo-vine-aqui-a-luchar].
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8 respuestas a Lo que sientes tú, lo siento yo.

  1. Ana Mengíbar dijo:

    María, no dejes nunca de reclamar. Y no dudes en dar «enviar» cuando hayas escrito.
    Sabes que llevo más de veinte años reclamando. A mí me han llegado a decir que «el problema de los niños ciegos es mío»… Sí… El día que aquella vecina, a la que simplemente le indiqué que, un poco más hacia el centro de la calle, tenía un aparcamiento y que no aparcara sobre el paso de peatones, me dijo esas palabras…, sentí que la insolidaridad se quería adueñar de los derechos de mis hijos, y no lo voy a permitir.
    Esta vecina, actualmente, tiene serios problemas. Una persona mayor con la que convive -no sé si su padre o su suegro-, va en silla. Hay días que tiene que dar la vuelta a la manzana, para llegar al coche… Estoy segura que no pensaba que estas cosas también le pueden pasar a ella.

    No dejes nunca de reclamar y denunciar estas situaciones… Y cuando las discusiones y problemas que, según cuentas, te lleguen, respira hondo, mira al cielo, cuenta hasta tres, y contéstales como hago yo: SI ESTUVIERAS EN MI LUGAR, HABRÍAS DENUNCIADO IGUAL.

    Un beso.

  2. Ana Joyanes dijo:

    Haces bien en denunciar este tipo de situaciones. Los que no no tenemos problemas de deambulación a veces no somos conscientes de las dificultades por las que pasáis, dificultades fácilmente solucionables solo con un poco de sensibilidad y mínimo esfuerzo.
    Un abrazo grande y p’alante!

  3. Miguel-A dijo:

    María, soy de quienes prefiere pasar, a llevarse malos momentos recordándose feos asuntos. Tal vez esté viejo y cansado para querer el mundo. No te estoy diciendo cómo has de comportarte, sino como me comporto yo… aún reconociendo mi cobardía.

    Y la verdad es que todo es muy simple… temendamente simple: «humanidad»… sobra cualquier norma.

    Un abrazo.

    Miguel-A.

  4. Aran dijo:

    Para mejorar las cosas es necesaria la crítica. Si nos limitamos a decir que bonito es todo, todo seguirá igual… Igual de bien o igual de mal.
    Wapa! Sigue reclamando! Tu propon pon q esta p…. Dispone! 😉

  5. alaniscry dijo:

    Gracias ;). Este artículo es una crítica en mi blog personal, que mando a mi gente, ustedes que me leen. Espero que los susodichos tengan la sabiduría de rectificar comportamientos y actuaciones…
    Habrá que esperar, ya sabemos que en Canarias todo va en cámara lenta!!

  6. Rafael dijo:

    ¡Hola María! Me he atrevido a recomendar tu novela en el blog que acabo de crear, en el que, además, he puesto un enlace hacia tu blog.
    Compré tu novela en la pasada Feria, en Santa Cruz, y estoy convencido de que es una gran novela, una obra maestra llena de virtudes literarias y humanas.
    Tu vida es un ejemplo de coraje. OJalá pronto llegue el milagro y todas estas vivencias sólo sean un recuerdo. A mí me ha abierto una puerta hacia una realidad que en más de sesenta años no había acertado a ver.
    Un abrazo

    • alaniscry dijo:

      Hola, muchas gracias. ¿Llegamos a conocernos?
      no sé si te llegará este mensaje pero me gustaría ver tu blog… Un abrazo 😉

      • Rafael dijo:

        Sí; nos conocimos en la caseta de la feria, pero muy brevemente. Me pusiste el sello en la novela. Tengo aspecto -supongo- de sesentón canoso y con barba. Estuve hablando un rato con Ana Joyanes (mientras, tú saludabas a tus muchas amigas), aunque no creo que te acuerdes. Éramos muchos.
        Tengo una web de a apoyo a los maestros de música (www.flautadulce.com) y mi blog gira en torno a mi primera novela (ataytana.wordpress.com). Aún está «creciendo», pero ya estás en el aptdo de lecturas recomendadas.
        Seguro que algún día coincidiremos y podré decirte lo mucho que te admiro, como escritora y como persona.
        Un abrazo.

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