Todavía no me lo creo, no me lo quiero creer. Prefiero pensar que estás una temporada en La Palma. Aunque nunca estuviste más de tres semnanas o un mes sin venir a casa, sin venir a verme; y ahora se me hace más difícil. Pero en unos días iré con Dácil y Diana a llevarte a tu isla, a tu pueblo, a tu casa… TAZACORTE.
Es un gran paso para mí Papi, así continuaré aceptándolo.
Me cuesta mucho escriir sobre tí, por ello pego unas líneas que publiqué sobre uno de mis pilares fundamentales, tú, en mi historia..
Te quiero:
Mientras la enfermedad fue apoderándose de mí, recuerdo cerrar los ojos a menudo, dejando que los demás resolvieran mis problemas. Prácticamente la totalidad de este papel, desde que me esfuerzo en recordar, lo ha cumplido mi padre. Por él he logrado, dentro de lo que cabe, mantener el equilibrio durante todos estos años.
Recuerdo sentirle y verle día tras día batallando contra el túnel oscuro de mis ilusiones, recogiendo mi esperanza del suelo cuando todo se volvía a derrumbar.
Lo que siente un padre cuando descubre que su hija tiene una enfermedad rara y degenerativa, de la que nunca antes había oído hablar, y durante años y años lucha por intentar curar a su pequeña sin conseguirlo, tiene que ser una de las peores cosas que existen: impotencia. Y no es nada fácil dar la cara y seguir adelante.
He visto su dolor y su pena, y por ello siento que en este amargo viaje está junto a mí. Con todo esto, él continúa atento a que mi fe se mantenga fuerte y a pleno rendimiento. Porque mi fe es él.
Tengo mucha suerte. Gracias a él, en el fondo, mis esperanzas no están muertas porque las sigue recogiendo, uniendo los pedacitos de mis alas cuando se rompen.
Por ellos puedo afirmar que tengo el privilegio de ver a la humanidad en todo su esplendor.