UNA VIDA INDEPENDIENTE
Alanis estaba nerviosa, faltaban cinco minutos para que Marisa la fuese a
buscar, llevaba dos meses trabajando para ella. Normalmente la iba a buscar
para ayudarla a prepararse y acompañarla mientras iba a nadar a la piscina,
pero era la primera vez que le pedía que la acompañase a un encuentro. Eso le
había contado Alanis por washapp:
– Oye Marisa, ¿estás libre el sábado? Es que le tocaba a Blanca, pero no
puede venir, y necesito que me lleves y acompañes porque quedé con
un chico. Es mi primer encuentro con él.
–
-Un encuentro… Así lo llaman ahora-, eso pensaba Marisa, y impulsada por
la curiosidad inmediatamente le dijo que contara con la ayuda de su asistencia.
No le preguntó más, no tenían tanta confianza y no quería parecer cotilla, que
lo era.
Cuando tocó el timbre de su piso, Alanis ya estaba preparada en el portal
intentando abrirle la puerta, tarea que su asistente completó. Cuando ya
estaban dentro del coche Alanis le contó con impactante naturalidad que
llevaba unos meses hablando con un chico por Internet -Alfredo- y habían
decidido quedar en el bar La Despensa en La Laguna, ya que era uno de los
pocos que era accesible, tenía baño adaptado y unas mesas donde podía
sentarse perfectamente sin tener que desmontar su silla de ruedas.
Alanis estaba segura de que sería ideal para comenzar una nueva etapa en
su vida independiente, se sentía feliz. Pensaba en todo ello durante el trayecto
mientras miraba las nubes y recordaba a su padre con una sonrisa en la cara.
(Un relato corto que presenté para un concurso literario)
Mery