No hay nada que desee más que levantarme una mañana -o tarde o noche-, ponerme unos tenis y salir corriendo… no he pensado a dónde, solo a un sitio con un lindo paisaje; aunque evidentemente ese a dónde me daría igual. Lo pienso y me vienen esas sensaciones que guardo en un lugar secreto de mi mente. Yo tengo suerte, sí, la tengo; porque esas sensaciones vienen a mí con un atisbo de realidad porque en su día pude vivirlas, y me acuerdo muy bien. Hay muchas personas en circunstancias como la mía que no pueden.
Mi mente lo suele revivir, sobre todo cuando en el patio del colegio nos tocaba hacer carreras de relevos; es como si ella se trasladase en otra dimensión y me veo desde arriba, con mi cuerpo erguido y corriendo al máximo de mis fuerzas, viendo mis piernas, dando zancadas… un tenis delante del otro, avanzando, tropezando, cayéndome y levantándome.
Muchísima gente no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde.
Hay una cosa que escribí una vez y me gusta repetir, una frase que dijo Candela Peña en una película: “Sentir nostalgia no es malo, porque significa que te han pasado cosas buenas en tu vida; pero no sentirla por nada… eso, eso sí que es una putada”. Siento nostalgia de muchas cosas, como la mayoría de las personas. Pero no voy a continuar con este texto hablando de estas cosas porque me está saliendo un tanto dramático, y esa no es la idea.
No hay nada que desee más que el que esas musas literarias de las que tanto habla la gente regresen a mí. Me gustaría inventarme una historia que nadie haya contado, y escribir una novela. A veces pienso que todas las historias ya están contadas; pero hay muchas formas de decir las cosas, y muchas más de escribirlas, entonces, viéndolo así puedo encontrar la luz al final del túnel de este deseo. Y por ello estoy aquí.