El pañuelo…

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Y mientras, yo iba creando sabores deliciosos que se iban derritiendo exquisitamente a fuego lento. Vestía de la forma en la que él solo podía soñar, con una ropa que hizo que me la empezara a quitar frenéticamente a los tres minutos desde que entramos en el faro, y pasaron veintiséis hasta que faltó únicamente el pañuelo de seda morado.
Era una noche fría y tenebrosa, más iluminada de lo habitual; había luna llena y a su lado se podían distinguir los focos de la discoteca que dejamos atrás.
Le gustaba el pañuelo, y a mí también; nunca me fallaba.
El faro era de mi tío, que había fallecido siete meses atrás, y el insensato me lo había legado. Desde que quedó abandonado era prácticamente mío, ya que la habitación desde que misteriosamente enfermó, pasé a usarla cuando quería.

Pasaron diez minutos más hasta que se abrió la ruidosa ventana y la brisa marina me llegó trayendo consigo un mensaje que me contó a modo de susurro: “Mátale ya, mátale ya, nunca tardaste más de dieciséis minutos». Abrí los ojos al instante, y pensé que la brisa tenía razón, aunque las cosas que me hacía me hacían crear sabores nuevos que no sabía ni que existían. Entonces fui a zanjar el asunto.
Hice que nos diéramos la vuelta y me coloqué encima, con movimientos muy suaves me fui quitando el pañuelo que me regaló mi tío, lo agarré con firmeza con ambas manos y lo rodeé por su borroso cuello como hacía siempre cuando el susurro de la brisa me avisaba. Justo cuando empezaba a apretar la habitación parecía convertirse en una pantalla codificada y oí a lo lejos unos chillidos estridentes.

Comprendí que el teléfono me había despertado. Miré el reloj, eran las once y veintiséis, anoche me pasé de nuevo con el vino dándole vueltas al interminable caso de la asesina en serie que ya se había cobrado cuatro víctimas. Estiré la mano y descolgué el teléfono.
Era mi hermana Lupita:

-Magdalena, tienes que venir enseguida, ha pasado algo horrible… -continúa entre sollozos. Es tío Leopoldo… Lo han encontrado esta mañana asesinado en las mismas circunstancias que las víctimas del caso de la asesina del pañuelo.

MeryEL MÍO

Acerca de María Pino Brumberg

María Pino Brumberg (Santa Cruz de Tenerife, 1981) es licenciada en Geografía por la Universidad de La Laguna, autora y defensora de la integración de las personas con discapacidad. Desde los 13 años se enfrenta a una rara enfermedad degenerativa, la Ataxia de Friedreich. Entre las herramientas que utiliza con eficacia para luchar por sus derechos (que son los de muchos otros también) destacan el correo electrónico, las redes sociales, la escritura, la protesta directa, la paciencia incalculable y la mirada de dragón. En 2010 publicó Con Alas en los Pies (Ed. Idea), un libro autobiográfico que alcanzó varias reediciones, con más de 1500 ejemplares vendidos en Canarias. Transmite un mensaje de superación personal y concienciación, y aspira a ayudar a derribar muchas de las barreras físicas y psíquicas a las que tanta gente se enfrenta a diario, para que la integración sea una realidad tangible y no solo una palabra. Como conferenciante ha pasado por diversas instituciones públicas y privadas de forma solidaria (sobre todo, centros educativos). En 2012 asume el reto de autoeditar su obra a través de Bubok [http://www.bubok.es/]; reescribe su autobiografía actualizándola en el fondo y la forma, y la pone a disposición del público, con el fin de que todo el que quiera, desde cualquier parte del mundo, pueda conocer su historia… Así nace Yo vine aquí a luchar [http://www.bubok.es/libros/219588/Yo-vine-aqui-a-luchar].
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