Y mientras, yo iba creando sabores deliciosos que se iban derritiendo exquisitamente a fuego lento. Vestía de la forma en la que él solo podía soñar, con una ropa que hizo que me la empezara a quitar frenéticamente a los tres minutos desde que entramos en el faro, y pasaron veintiséis hasta que faltó únicamente el pañuelo de seda morado.
Era una noche fría y tenebrosa, más iluminada de lo habitual; había luna llena y a su lado se podían distinguir los focos de la discoteca que dejamos atrás.
Le gustaba el pañuelo, y a mí también; nunca me fallaba.
El faro era de mi tío, que había fallecido siete meses atrás, y el insensato me lo había legado. Desde que quedó abandonado era prácticamente mío, ya que la habitación desde que misteriosamente enfermó, pasé a usarla cuando quería.
Pasaron diez minutos más hasta que se abrió la ruidosa ventana y la brisa marina me llegó trayendo consigo un mensaje que me contó a modo de susurro: “Mátale ya, mátale ya, nunca tardaste más de dieciséis minutos». Abrí los ojos al instante, y pensé que la brisa tenía razón, aunque las cosas que me hacía me hacían crear sabores nuevos que no sabía ni que existían. Entonces fui a zanjar el asunto.
Hice que nos diéramos la vuelta y me coloqué encima, con movimientos muy suaves me fui quitando el pañuelo que me regaló mi tío, lo agarré con firmeza con ambas manos y lo rodeé por su borroso cuello como hacía siempre cuando el susurro de la brisa me avisaba. Justo cuando empezaba a apretar la habitación parecía convertirse en una pantalla codificada y oí a lo lejos unos chillidos estridentes.
Comprendí que el teléfono me había despertado. Miré el reloj, eran las once y veintiséis, anoche me pasé de nuevo con el vino dándole vueltas al interminable caso de la asesina en serie que ya se había cobrado cuatro víctimas. Estiré la mano y descolgué el teléfono.
Era mi hermana Lupita:
-Magdalena, tienes que venir enseguida, ha pasado algo horrible… -continúa entre sollozos. Es tío Leopoldo… Lo han encontrado esta mañana asesinado en las mismas circunstancias que las víctimas del caso de la asesina del pañuelo.