El mosquito de las injusticias…

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Sacó al mosquito de la cajita para que le picara donde siempre, en donde más le dolía, en el alma. Cuando lo vio venir ella no imaginaba que iba a dolerle tanto, e hizo que le estallara su ogro interno, el de su furiosa impotencia, que derramó caudales que tenía apresados. Y ese mosquito se los recordó de forma cruel, ¿quién lo sacó esta vez?, no lo sabía, pero era el mosquito venenoso de siempre; el mosquito de las injusticias.

Pasaron días hasta que ella pudo hablar de ello, y cuando ayer, ya en su Isla, fue a la playa y aunque no pudieron ayudarla a bañarse le prestaron una de aquellas preciadas sillas anfibias para estar más cómoda, volvió a ver al mosquito revoloteando a su alrededor. Esta vez no le picó, pero hizo que volviera a sacar sus garras, su pluma, para contar otra injusticia más que le había pasado el fin de semana, cuando se había atrevido a ir de viaje con sus amigas, pues aún soñaba que podía ser como una más.
Seguía siendo una ilusa, ella jamás podría ser como una más; el mundo continúa marcando diferencias y sobre todo imponiendo barreras sociales para todas las personas que tengan alguna discapacidad, en este caso para las que tengan una discapacidad física, como es el caso de ella.

El sábado habían decidido ir a la playa, pero en la zona estaba todo nublado, una lástima porque si no hubiera sido así se habrían quedado donde les hubieran dado una silla anfibia para ella y les habrían facilitado el día de playa. Pero decidieron recorrer kilómetros y kilómetros, con el coche de un amigo que las acompañó y ayudó todo el fin de semana, hasta el sur soleado de Gran Canaria, y fueron a la gran famosa y turística Playa del Inglés, convencidas de que en el puesto de la Cruz Roja les ofrecerían la ayuda necesaria o por lo menos les darían las facilidades oportunas para disfrutar juntas del día de playa. Pues no. Todas se equivocaron. Dos de sus amigas se acercaron a preguntar, y el chico que estaba allí les dijo que no podían ayudarles por que para ello tenían que haber solicitado el servicio un día antes pues tenían que organizarse. Sus amigas se extrañaron ante tal respuesta, ya que a su lado aguardaban dos sillas anfibias que deseaban ofrecer su ayuda a las personas que las necesitasen para salir y entrar del agua, y no permitían que la ayudaran a ella, además de ese chico luego vinieron más en todo terrenos pero que no podían otorgar ni diez minutos en ayudarlas, cuando ese es el fin de su trabajo. Ella iba en total con 4 amigos, y tampoco les prestaron una de esas dos preciadas sillas para que pudieran manipularla mejor a la hora del baño o por lo menos para que pudiera estar más estable en la arena. No, las preciadas sillas querían mantenerlas guardadas y que no cumplieran su función.

Estaba claro que no le permitían pensar como un persona más, no podía improvisar como cualquier persona caminante y decidir ir a la playa. Le irritaba que fuera así, le irritaba cada vez que oía esas palabras que dicen que todos somos iguales. Mentira. El mundo no está preparado para las personas como ella.
-Molestamos a la sociedad, les estorbamos… ¿Acaso no se dan cuenta que le puede pasar a cualquiera en cuestión de segundos? -se preguntaba.

A pesar de todo, como siempre, decidieron seguir adelante e ir todos a pasar el día en la playa. Ella estaba rabiando y para pasar el mal trago pidió a sus amigas que dejaran de hablar del tema, pues quería seguir disfrutando del fin de semana con ellas, y ya notaba cómo el agotamiento se le iba acercando hasta llegar al alma, era el veneno de ese maldito mosquito que esa vez no vió llegar, el mosquito de las injusticias…
Hasta se bañaron todos, entre sus cuatro amigos la llevaron en peso hasta el agua, y miren que ella pequeña y delgada no es; es grande y no ligera. Bueno, vale; ella soy yo. El baño fue muy divertido, mucho, y placentero para mi cuerpo dolorido. Ya la salida hasta mi silla de ruedas no fue nada divertida, fue todo lo contrario, una muy dura odisea.

¿Ustedes se imaginan ir a la playa y tener que llamar para pedir cita y poder daros un baño?
Pues esta, como tantas otras cosas, las tienen que pasar personas como yo en nuestro día a día. El veneno del la picadura del mosquito de las injusticias corre por nuestras venas. España es el país con más injusticias de la Unión Europea, y las personas de nuestro colectivo tenemos una gran parte de ese porcentaje, y si ya contamos dentro con personas que sufrimos una enfermedad rara, apaga y vámonos.

Mery EL MÍO

Acerca de María Pino Brumberg

María Pino Brumberg (Santa Cruz de Tenerife, 1981) es licenciada en Geografía por la Universidad de La Laguna, autora y defensora de la integración de las personas con discapacidad. Desde los 13 años se enfrenta a una rara enfermedad degenerativa, la Ataxia de Friedreich. Entre las herramientas que utiliza con eficacia para luchar por sus derechos (que son los de muchos otros también) destacan el correo electrónico, las redes sociales, la escritura, la protesta directa, la paciencia incalculable y la mirada de dragón. En 2010 publicó Con Alas en los Pies (Ed. Idea), un libro autobiográfico que alcanzó varias reediciones, con más de 1500 ejemplares vendidos en Canarias. Transmite un mensaje de superación personal y concienciación, y aspira a ayudar a derribar muchas de las barreras físicas y psíquicas a las que tanta gente se enfrenta a diario, para que la integración sea una realidad tangible y no solo una palabra. Como conferenciante ha pasado por diversas instituciones públicas y privadas de forma solidaria (sobre todo, centros educativos). En 2012 asume el reto de autoeditar su obra a través de Bubok [http://www.bubok.es/]; reescribe su autobiografía actualizándola en el fondo y la forma, y la pone a disposición del público, con el fin de que todo el que quiera, desde cualquier parte del mundo, pueda conocer su historia… Así nace Yo vine aquí a luchar [http://www.bubok.es/libros/219588/Yo-vine-aqui-a-luchar].
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Una respuesta en “El mosquito de las injusticias…

  1. Carmen dijo:

    Hola, tu escrito es muy exacto, realmente cierto, contra eso luchamos, parece ser y, así ocurre que no podemos ser expontaneos, tenemos que poseer la bolita de cristal a ver que nos da el destino en 48 horas y comunicarlo al sistema que nos rige ¡orroroso!
    En mi opinión hay que salir adelante en el momento pero hacer la debida protesta para que la próxima ves haya igualdad donde sólo existe injusticia.
    También tengo una enfermedad degenerativa (atrofía muscular espinal progresiva) y de desigualdad entiendo en primera piel. Juntar las fuerzas es muy bueno para que el carro ruede. Adelante siempre. Un saludo. Carmen

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